Conoce las manifestaciones y fases del duelo

by 25 Mar,2021

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El duelo está referido a la pena o dolor que se sufre cuando un ser querido pasa a mejor vida. También se vincula al estado en que nos encontramos ante una pérdida, por ejemplo:

 

  1. El fallecimiento de un ser querido, de una mascota.
  2. El rompimiento con la pareja.
  3. La pérdida del empleo, de una capacidad, de una parte del cuerpo, de algún objeto, de un juguete.
  4. Otras pérdidas.

Niños, adolescentes y adultos pueden vivir procesos de duelo, incluso, simultáneos.

 

La tristeza por la experiencia de una pérdida puede paralizarnos y/o cambiar de forma negativa nuestro estilo de vida.

 

La pérdida de un ser amado, por lo general, constituye una experiencia traumática y difícil. Dicho sufrimiento puede ser intenso, como un dolor excesivo, y puede tener una duración variable.

 


 

Tener un Sueño Reparador

Vuelva a dormir 8 horas de corrido y despertarse descansado y enérgico:

 


En condiciones normales, las personas generalmente logran vencer (superar) su pena ante la pérdida sufrida.

 

Sin embargo, este proceso de ajuste - adaptación (duelo) puede sufrir algunos impedimentos, al notar sobre todo un persistente nivel elevado de sufrimiento y de auto-denigración.


Es importante reconocer que perdemos algo con cada paso - etapa que avanzamos en la  vida (familiares, amigos, compañeros, lugares, objetos, la juventud, los sueños, ideales).


Así, la experiencia de la pérdida implica cualquier  daño  en  los  recursos personales,  materiales  o  simbólicos  con  los  que  hemos  establecido  un  vínculo emocional.

Cuando fallece un ser querido, se altera el equilibrio del sistema familiar, y la consiguiente adaptación a la pérdida supone una reorganización, a corto y a largo plazo, en la que las etapas del duelo - familiares e individuales - se influyen recíprocamente.


Sin embargo, no todas las pérdidas suponen una crisis y, si las condiciones son favorables, el duelo puede realizarse normalmente sin que la familia necesite ayuda especializada.

 

No obstante, en numerosas ocasiones, el fallecimiento de un ser querido provoca una importante crisis vital o cambios profundos y de consecuencias capitales, tanto en el plano individual como en el familiar.


Aunque el duelo ocurre con frecuencia, no todos sabemos qué hacer o decir cuando nos enfrentamos a una pérdida. Las soluciones y consejos intentados por las personas cercanas, por lo general, suelen ser: “supera esto pronto”, “tienes que distraerte y salir”, “olvídalo y pásatelo bien”, “tienes personas vivas”, “todos te necesitamos”, “sé fuerte y no llores”, “en unos días estarás mejor”... Y la insistencia en que se supere rápidamente favorece que no pueda realizarse el proceso, que no se resuelva el duelo. ¡Y aquí debemos tener mucho cuidado!

Cuando una persona - familia solicita ayuda psicológica, la psicoterapia no eliminará las emociones adecuadas y sanas (no es la meta), incluyendo el dolor, sino más bien, facilitará que la persona y su familia vivan su proceso de duelo con un mayor sentido de paz interior.

Así, cuando la persona está abrumada por la pena, en psicoterapia nos enfocamos y procesamos, por ejemplo, lo siguiente:

1) Los sucesos reales, incluyendo el sufrimiento del ser amado.

2) Las imágenes mentales intrusivas y negativas: con terapia se puede enfocar y reprocesar adecuadamente dichas imágenes; tras procesarlas, es más probable que afloren imágenes positivas.

3) Los pensamientos automáticos negativos.

4) Las imágenes contenidas en las pesadillas.

5) Los estímulos (actuales) por los cuales se obtienen imágenes mentales del pasado insertas en el presente, pensamientos, diálogos internos, emociones o sensaciones corporales de carácter disfuncional.

6) Asuntos relacionados con la responsabilidad personal o con pérdidas anteriores aún no resueltas.

Por ejemplo, según datos estadísticos, muchas personas reportan que sus sentimientos de dolor, tristeza, culpabilidad  e impotencia se vinculan a recuerdos intrusivos, sueños o fantasías referentes al ser amado, y que parecen bloquear su acceso a cualquier recuerdo o asociación agradable. Además, el sufrimiento que padece una persona a causa del fallecimiento de un ser querido puede verse reforzado por la reactivación de experiencias del pasado respecto de pérdidas emocionales aún no resueltas, las cuales es necesario abordar y procesar a medida que afloren.

Ahora bien, ¿qué pueden las personas que acompañen el proceso de duelo de alguien? Se sugiere mantener una actitud de respeto y cariño cuando los familiares y amigos revelen aspectos ocultos del sufrimiento de los familiares y amigos, sin juzgar, sin criticar, sin interpretar.

Es importante reconocer que uno de los grandes objetivos de la elaboración del duelo es favorecer a la persona la aceptación de la pérdida personal, de tal forma que pueda recordar aspectos de su vida al lado del ser querido con una variedad amplia de sentimientos, incluida una apreciación de las experiencias positivas que ambos compartieron, permitiéndose así que aflore en su mente imágenes y emociones sanas y adecuadas, más adaptativas.

Así, el empleo de terapia, por ejemplo, con EMDR, permitirá que la persona pueda continuar con el período de ajuste y pérdida sin el intenso dolor que suele acompañarlo.

Hay personas que preguntan, por ejemplo, cuánto tiempo debe esperar para elaborar su duelo. En este caso, depende de múltiples factores, dado que toda persona tenderá, naturalmente y a modo propio, a aceptar su pérdida mientras resuelve simultáneamente cualquier impedimento a su recuperación. Además, cada persona tiene en su cerebro un proceso autocurativo que le estabiliza en un tiempo determinado, por lo cual no debemos marcar arbitrariamente un tiempo límite de sufrimiento, por ejemplo, “3 meses, 1 año, 2 años". A pesar de esto, es necesario estar alerta si el proceso del duelo se estanca en un tiempo determinado de tiempo.

Por otra parte, es saludable permitir que cada persona tome la decisión de cuándo iniciar una terapia, en caso que fuera necesario.

Si bien la pérdida es una parte natural de la vida, pero no siempre disponemos de los recursos mentales y emocionales para sobrellevar la situación, y tenemos confusión, lo que puede dar lugar a largos períodos de tristeza y depresión. Si una persona tuvo una relación difícil con la persona fallecida, esto puede añadir otra dimensión al proceso de duelo. Podría necesitar reflexionar por algún tiempo antes de lograr mirar la relación con nuevos ojos y acostumbrarse a la pérdida.

Si tomamos en cuenta que la mayoría de las personas podemos superar la pérdida y continuar con nuestras vidas, nos damos cuenta de que por naturaleza tenemos una gran capacidad de resiliencia (capacidad de adaptación frente a situaciones adversas). Sin embargo, algunas personas lidian con el duelo por más tiempo y se sienten incapaces de llevar a cabo sus actividades cotidianas. Estas personas podrían pasar por lo que se conoce como duelo complicado, y les podría beneficiar la ayuda de un profesional de salud mental calificado como un psicólogo que se especialice en el duelo.

El fallecimiento de un ser querido es como una herida que se deberá cicatrizar. Pero este proceso no es fácil ni inmediato, ni tampoco es igual para todas las personas. Nos podemos demorar unos cuantos meses o unos años, dependiendo de nuestra personalidad, de la intensidad y calidad del amor que sentíamos hacia esa persona; de la forma en que falleció, del apoyo y comprensión de nuestra familia, nuestros amigos, de la comunidad, de nuestros recursos mentales y emocionales; de poder o no comunicar nuestros pensamientos, ideas y sentimientos a los demás con libertad y confianza y sin temores; de poder afrontar y resolver los problemas que suceden al mismo tiempo y que empeoran nuestra situación.

A pesar de todo lo anterior, actualmente existen terapias innovadoras que pueden ayudarnos en la elaboración del duelo, al ser necesario. Ahora bien, si la emoción sentida y su intensidad corresponden a la pérdida experimentada, a pesar que se aplique tratamiento, dicha emoción permanecerá, como parte del proceso de duelo.

 

PROFUNDIZANDO EN EL DUELO

El duelo es un proceso de transición - generando familias en transición –que implica una afirmación de finalización de la vida y otra de continuación de la vida.

El proceso de duelo facilita encontrar una nueva identidad, cambiar las coordenadas, encontrar un nuevo sentido de vida. No es sólo un trabajo de emociones y sentimientos personales, sino más bien implica una reorganización del sistema familiar: cambian los límites, los roles, la flexibilidad, entre otros.

Las reacciones individuales se influyen mutuamente, y ambas han de entenderse en relación al apoyo social existente y a los condicionantes socio-culturales.

A pesar que el duelo es una reacción adaptativa normal ante una pérdida, es un acontecimiento vital estresante de primera magnitud.

El duelo ocurre tras cualquier tipo de pérdida, aunque suele ser más intenso luego del fallecimiento de algún ser amado. Implica además una completa sucesión de sentimientos que precisan de algún tiempo para ser procesados y superados.

El duelo psicológico es el estado y proceso que sigue a la pérdida de un ser amado. A pesar de esto, existe un tipo de duelo sin un fallecimiento, como en la ruptura de una relación amorosa.

Importante: el duelo NO es una enfermedad en sí mismo, aunque puede convertirse en una si su elaboración no es correcta.

 

MANIFESTACIONES DEL DUELO

1) Manifestaciones físicas y fisiológicas en el duelo:

Vacío en el estómago.

Opresión en el pecho y/o garganta.

Hipersensibilidad al ruido.

Sensación de ahogo.

Debilidad muscular.

Falta de energía.

Sequedad en la boca.

Alteraciones del sueño.

Alteraciones del apetito.

Anorexia y pérdida de peso.

Trastornos a nivel digestivo

 Migraña

Colitis

Problemas respiratorios

Disminución en las defensas del individuo.

 

2) Manifestaciones Psicológicas del duelo:

Incredulidad.

Desorganización de ideas.

Imágenes de la persona fallecida.

Sensación de presencia.

Sentimiento de culpa, rabia, ira.

Melancolía, amargura, desesperanza, impotencia.

Tristeza.

Depresión.

Insomnio

Disminución en el interés por el medio exterior.

Disminución de la capacidad de amar y de escoger algún nuevo objeto de amor.

Angustia.

Sentimiento de extrañeza (disociación).

Culpa.

Pánico (en algunos casos), desesperación.

Pensamientos suicidas o tentativa para llevarlo a cabo.

 

3) Manifestaciones Motoras del duelo:

 Conductas desorganizadas.

Reducción de conductas.

Aislamiento social.

Baja productividad.

Evitación de recuerdos relacionados con la pérdida.

Exposición excesiva a objetos o lugares relacionados con la pérdida.

Llanto.

 

La mayoría de las personas en duelo se recuperan en el primer o segundo año luego de la pérdida.

La fase final del proceso de duelo es la desvinculación con la persona fallecida y el comienzo de un nuevo tipo de vida. La depresión desaparece por completo, el sueño mejora y el nivel de energía retorna a la normalidad. El deseo sexual, que puede haber desaparecido por algún tiempo, regresará.

 

OBJETIVOS DEL DUELO

Los objetivos del duelo, en términos generales, son los siguientes:

1.- Aceptar la realidad de la pérdida. 

2.- Dar expresión al propio duelo.

3.- Adaptarse al ambiente en el cual la persona está ausente.

4.-  Invertir la energía emotiva en otras relaciones.

5.- Lograr que el sistema familiar tenga un nuevo orden, funcional y adaptativo.

 

La superación del duelo: en general, se puede afirmar que se ha superado el duelo cuando existe la capacidad de recordar y de hablar de la persona amada con más calma interior, sin llorar ni desconcertarse, y cuando se es capaz de establecer relaciones nuevas y de aceptar los retos de la vida.

 

FASES DEL TRABAJO DEL DUELO

1) INCREDULIDAD Y NEGACIÓN: Luego de que la persona recibe la noticia de la ausencia del objeto, la primera reacción es de choque e incredulidad. No es posible aceptar la información recibida y se trata más bien de negarla, creyendo que es imposible, eso no puede estar pasando. Todo esto va acompañado de sensaciones como aturdimiento y shock, seguidas por la puesta en marcha del mecanismo de negación. La persona siente que no es posible estar viviendo una situación como la que le ha tocado. Busca de todas formas esconder y alejarse de la realidad en un intento por amortiguar el peso de la noticia.

2) RABIA E IRA: El doliente es hostil y desagradecido con las personas que lo rodean. Siente que no hay razón suficiente para que una situación como ésta le ocurra, mientras que la vida para los otros sigue igual. La persona se convierte en alguien difícil de tratar ya que la relación con ella se torna agresiva. Expresa también sensaciones de molestia, desagradecimiento y descontento. El sujeto asume además una posición de crítica excesiva hacia sí mismo y aquellos que lo rodean. Detrás de todas estas expresiones se encontraría implícita la pregunta "¿Por qué yo? ¿Por qué no usted?", en la medida en que siente que la desgracia, el empobrecimiento, la pérdida está de su lado, mientras que el bienestar y la vida están del lado de los demás.

3) NEGOCIACIÓN: La persona creyente se dirige a Dios, preguntándole por las razones para que esto le esté ocurriendo ahora. Hay entonces una aceptación parcial de la situación. Hay una pregunta esencial por el tiempo: ¿por qué ahora? Se trata de una fase en la que persiste algo de esperanza porque el objeto o la circunstancia perdida pueda ser recuperada. En todo caso estarían presentes de manera simultánea aspectos relacionados con la ausencia real del objeto, y la fantasía de que ésta es parcial y reversible.

4) DEPRESIÓN: La persona siente un profundo dolor, ya que ha aceptado la situación real de ausencia del objeto. Los vínculos con la representación mental de la persona ausente se empiezan a romper, a partir de o cual se toma una actitud de apatía y silencio. La persona manifiesta en esta etapa una actitud de apatía y silencio en relación al mundo exterior debido a que se asume ahora la ausencia del objeto. Así, el sujeto comienza el doloroso y difícil trabajo psicológico para desapegarse de éste. De manera progresiva la persona deja de aferrarse a la imagen que tiene de la persona o situación perdida, retirando de ella la energía psíquica con la cual estaba revestida. Eventualmente se dejan atrás también las expectativas y todas las representaciones mentales relacionadas con el objeto perdido.

5) ACEPTACIÓN, CICATRIZACIÓN Y PAZ: La energía psíquica restada a los objetos se concentra ahora en el doliente, retomando un estado temporal de narcisismo. El mundo externo es ignorado ahora que la pérdida es aceptada. Eventualmente, la persona vuelve a sus actividades cotidianas, y es capaz de reutilizar esa energía mental para emprender nuevos proyectos. Se evidencia que la energía mental retirada de los objetos se concentra en el yo del sujeto, de tal forma que la persona experimenta una estado temporal de narcisismo. La atención se centra entonces en el sí mismo, en detrimento del mundo exterior y de las demás personas. Se acepta ahora aquella situación de ausencia que no es posible cambiar, a partir de lo cual se vive una sensación simultánea de tristeza y serenidad. Luego de cierto tiempo, el sujeto vuelve a sus actividades cotidianas. De igual forma, las capacidades mentales del doliente vuelven a su estado normal. Se va aceptando la pérdida, se cambia el nuestro estilo de vida, se retoma el control de la vida, se busca un significado a las cosas, se perdona.  La herida se cicatriza.

 

Durante todo el proceso del duelo, ocurre el fenómeno de la “montaña rusa”. 

El proceso de duelo no es gradual ni lineal, supone avances, retrocesos y fases entremezcladas. En este proceso la persona puede pasar por diferentes etapas, shock (impacto físico y psicológico), negación, depresión, culpa (auto-culpa, culpa a otro, culpa al fallecido), miedo (a que a uno le ocurra lo mismo, a que le ocurra a otra persona, a volverse loco, al futuro...), agresión (auto-agresión, agresión a otros)...y finalmente puede llegar a una reintegración (nuevos intereses y relaciones, sueños de futuro, rehacer la vida con otras personas...). Aunque no se han de pasar todas las etapas, sí es necesario atravesar este proceso para poder elaborar y llegar a una integración auténtica.

Ahora bien, la evolución del proceso del duelo a nivel familiar dependerá del sistema de límites, de la estructura, y del estilo de respuesta familiar, por ejemplo:

1) Familia con límites flexibles (duelo familiar adaptativo): el sistema familiar tolera las emociones positivas y negativas desencadenadas con la pérdida; existe intimidad entre sus miembros, se comparte el malestar y se comparten consuelo y cuidados mutuos. En estas familias, los roles serán flexibles, según las necesidades de cada miembro, en cada momento.

2) Familia con límites rígidos (duelo familiar desadaptativo): modelos de respuesta familiar evitativos. Se mantendrá un silencio acerca del fallecimiento; se evitarán las relaciones íntimas dentro de la familia para impedir el malestar; se aislarán de los compromisos sociales y de las relaciones públicas; se fomentará el “secreto familiar” (sobre todo si el fallecimiento fue por suicidio, SIDA...); y se potenciará la intelectualización de la experiencia emocional. Aquí podemos encontrar:

a) Modelos de respuesta familiar inflexibles: Serán familias que insistirán en que todo permanezca como antes, manteniendo rígidamente los roles, sin permitir ocupar a nadie el papel del fallecido en el grupo. Son frecuentes los desarrollos de roles inapropiados como la parentalización del hijo/a mayor. Además, se fomentará entre sus miembros, la dependencia rígida de rituales religiosos, o de tradiciones culturales.

b) Modelos de respuesta familiar distorsionados. Idealización del fallecido, bloqueando los posibles sentimientos ambivalentes hacia él, junto al mantenimiento permanente del difunto en el entorno familiar, conservando sus posesiones intactas (cronificación del duelo). La respuesta familiar predominante será la culpa. Aunque también, la identificación familiar con el fallecido podrá actualizarse, mediante la adopción de causas sociales o presentando síntomas físicos similares a los que él tuvo en vida.

3) Familia con límites difusos o porosos (duelo familiar desadaptativo): presentan dificultad para tolerar las diferencias (todos deben sentir lo mismo y con la misma intensidad). No está permitida la vivencia individual. En esta situación hay dificultades para contener la emoción del otro, lo que puede suponer inundarse emocionalmente con facilidad, y ello generar situaciones complejas.

 

4) Modelos amplificados de respuesta familiar: se refieren a una o varias de las respuestas siguientes. Ruptura familiar tras el fallecimiento (divorcios), los duelos incompletos previos (que podrán ser revividos transgeneracionalmente) amplificando el duelo actual; prolongación del duelo mediante la dependencia del “fantasma”, o conmemoración del fallecimiento de la persona como una tragedia que nunca debe ser olvidada.

La situación de mayor peligro para una resolución adaptativa del duelo dentro del ámbito familiar es la represión de la emoción y el aislamiento.

 

Es fundamental favorecer la experiencia de dolor compartido, si no se da es difícil que el sistema se reorganice.

 

DUELO PATOLÓGICO

El duelo patológico presenta un estado de estrés y depresión que persiste luego de un año de la pérdida (la mayoría de las veces referidas al ser querido). 

Entre los indicadores del duelo "patológico" están la sensación de culpa en el doliente, por las cosas más que por las acciones, recibidas o no por el superviviente, en el momento de fallecer la persona. Esto se acompaña de pensamientos automáticos intrusivos y negativos, sentimientos de inutilidad, enlentecimiento psicomotor; deterioro funcional acusado y prolongado; y experiencias alucinatorias (escuchar la voz o ver la imagen fugaz de la persona fallecida).

Se establece también que el sujeto puede considerarse culpable del fallecimiento ocurrido, lo niegue, se cree poseído o influido por el difunto, y cree padecer la misma enfermedad que produjo el fallecimiento de éste.

Ahora bien, la persistente búsqueda de unión con el objeto perdido es el principal motivo presente en el duelo patológico. Los síntomas antes anotados se manifestarían a partir de que la persona no ha cortado la relación mental con el sujeto u objeto. Entonces son puestos en marcha los mecanismos psicológicos de identificación y de despersonalización. El primero implica que la persona incorpora atributos, gestos o actitudes del objeto perdido, por ejemplo, padecer la misma enfermedad que aquejaba al objeto. Mediante el segundo, la persona se siente perpleja y extraña, experimentando que algo en lo profundo de sí mismo y en el mundo exterior está cambiando.

 

Requiere consulta con profesional de salud.

 

TRABAJO DEL DUELO

El trabajo del duelo NO va orientado a olvidar al ser querido, sino a encontrarle un sitio en la vida emocional del superviviente y que no entorpezca su funcionamiento eficaz. Nunca se pierden los recuerdos de una relación significativa.

 

Con el fallecimiento de una persona no se ha perdido definitivamente el objeto amado. Se puede recuperar de otra forma, sin la necesidad de su presencia o posesión física, mediante la incorporación psicológica de los aspectos buenos de la persona perdida, a través del recuerdo y del afecto. De este modo se daría una verdadera reinstalación del objeto bueno perdido dentro del propio mundo interno de afectos. Encontrar un sitio para esa persona dentro de la nueva realidad. Para ello es importante despedirse y dar la bienvenida de nuevo.

 

SUPERAR EL DUELO

En un trabajo de duelo con la familia ha de crearse un contexto para ayudar a que la persona y su familia construyan una nueva identidad que deje espacio para afirmar la pérdida y para crear un relato de su historia compartida con el fallecido. El relato ha de entrelazar serenamente los recuerdos que aportan significado a su vida personal y familiar para integrarlos en el momento presente y que formen parte de la trama de vivencias futuras.

Aunque existen diversas estrategias para abordar el duelo, por ejemplo, abordar el tema con pintura, plastilina, con técnicas de relajación, técnicas psicodramáticas, visualizaciones, entre otras, es la utilización adecuada de rituales terapéuticos la herramienta que puede ayudar a crear dicho contexto de manera completa, estructurando los cambios emocionales y cognitivos que experimentan las personas que han sufrido una pérdida. 

Los rituales permiten contener y efectuar la canalización de la pérdida de manera segura y facilitan la elaboración emocional, cognitiva y relacional, permitiendo encontrar una nueva forma de estar en el mundo. 

Las técnicas de ritualización deben ir acompañadas de un trabajo que estimule la comunicación de sentimientos entre los miembros de la familia y los amigos íntimos. Hay rituales elaborados y rituales que elaborará la familia según su situación y sus necesidades. Entre los rituales elaborados se encuentra, por ejemplo, el ritual terapéutico de “despedida”, que se hace en la clínica, y se adapta a la familia.

La recuperación de la crisis por duelo requiere un proceso de transformación que incorpore la pérdida sufrida y que sirva de puente para acceder a una nueva identidad. La estructura del sistema familia, los roles desempeñados por el fallecido dentro de la familia, la calidad de la comunicación y del apoyo entre las personas que la componen y el tipo de fallecimiento en el ciclo de vida familiar van a favorecer o entorpecer el desarrollo del duelo individual.

La finalización del proceso implica la aceptación de la ausencia del fallecido, aceptación que, en cierto modo, encierra una despedida. Sin embargo, es preciso que, al mismo tiempo, se abra espacio para integrar un recuerdo sereno del fallecido, la historia de experiencias compartidas y las cualidades que los supervivientes han desarrollado gracias al contacto con él.

Las investigaciones indican que el paso del tiempo les permite a la mayoría de las personas recuperarse de la pérdida si pueda contar con apoyo de su entorno social y mantenga hábitos saludables. Aceptar el fallecimiento de alguien cercano puede tomar desde meses hasta un año. No hay una duración “normal” de duelo. Tampoco debemos anticipar que se va a pasar por “fases de duelo” – investigaciones recientes han surgido que la mayoría de las personas no pasan por estas fases de forma progresiva.

Adaptarse a un nuevo medio significa cosas diferentes para personas diferentes, dependiendo de cómo fuera la relación con el fallecido y de los distintos roles que desempeñaba. La realización de esta tarea lleva consigo muchos cambios a los que la persona superviviente debe enfrentarse, cambios en actividades cotidianas, en horarios, tal vez en el nivel económico pero, sobre todo, cambio en los roles que a partir de ahora deberá desempeñar.

Los roles pueden ser “instrumentales / orientados a la tarea” (ser cabeza de familia), o “expresivos” (aquellos con funciones emocionales). Mientras que los papeles instrumentales serán más difíciles de ocupar a un nivel práctico, los expresivos serán vitales para mantener el equilibrio familiar, y su pérdida puede llevar fácilmente a la desorganización y al desarrollo de conductas desadaptativas. En el reparto de roles entre los miembros de la familia (familia de origen y nuclear) ha de asumirse el papel, pero no la identidad del fallecido.

La reorganización del sistema familiar dependerá del momento del ciclo vital de la familia. La respuesta familiar a la pérdida no suele ser la misma cuando se trata de un niño, el cónyuge, un hermano, del futuro cónyuge, pareja anciana, entre otros.

En el tratamiento del duelo, cuando es necesario, se brindar ayuda a la persona para explorar, elaborar y resolver la pérdida, identificando y entendiendo sus sentimientos y pensamientos, planificando y poniendo en práctica estrategias para reconstruir su vida y restaurar el equilibrio perdido, y completando cualquier cuestión no resuelta con el fallecido o la pérdida para ser capaz de decir un adiós final. 

El objetivo del tratamiento del duelo es aumentar la realidad de la pérdida, ayudar a la persona a tratar sus cogniciones y emociones expresadas, superar los diferentes obstáculos que se presenten para reajustarse en su vida y ayudarle a dar un adiós apropiado y a sentirse bien volviendo otra vez a la vida.

Los familiares y amigos pueden ayudar dedicando tiempo a la persona que está en duelo. No se necesitan demasiadas palabras de consuelo sino más bien la voluntad de estar con ellos durante el período de tiempo de su dolor y pena. Un brazo amable sobre la espalda media expresará atención y apoyo cuando las palabras no son suficientes. Con el tiempo, ellos podrán superarlo, pero primero necesitan hablar y llorar. 

A algunas personas les puede resultar difícil el comprender porqué el que está en duelo persiste en hablar sobre lo mismo una y otra vez, pero esto forma parte del proceso normal de resolución del duelo y debe ser estimulado. Si no se sabe que decir, o incluso no se sabe si hablar sobre ello o no, es mejor ser honesto y decirlo. Esto dará a la persona en duelo una oportunidad para expresarle su deseo, qué es lo que quiere. 

Con frecuencia los demás evitan el mencionar el nombre de la persona fallecida por miedo al trastorno que esto pueda causar. Sin embargo, la persona en duelo puede interpretar este hecho como que los demás han olvidado su pérdida, añadiendo una sensación de soledad.

 

Debe recordarse que las ocasiones festivas y los aniversarios (no solamente del fallecimiento sino también de la boda o el cumpleaños) son momentos particularmente dolorosos en los que los familiares y amigos deben hacer un esfuerzo especial por estar cerca de la persona afligida por el duelo.

Así, deben pasar todas las fechas importantes (1 año) para que el cerebro de la persona reorganice toda la información y logre superar el duelo, teniendo una mayor sensación de calma interior.